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Peratta: "Me hice arquero por Chilavert"

Se define como “un tipo honesto, sin filtro, que detesta el autobombo“. Fiel a eso, opina sin casete sobre los arbitrajes, las careteadas, el nivel del fútbol argentino y el rol del periodismo. Tuvo fortaleza para reinsertarse cuando lo daban por liquidado y disfruta el mejor momento de su carrera a los 34 años.

Por Redacción EG ·

17 de diciembre de 2010
Nota publicada en la edición noviembre 2010 de la revista El Gráfico

Imagen "EL TIEMPO me dio la razón, demostré que podía jugar en cualquier lado", dice Peratta, pieza clave de Newell´s.
"EL TIEMPO me dio la razón, demostré que podía jugar en cualquier lado", dice Peratta, pieza clave de Newell´s.
NO TENIA DONDE caerse muerto. Estaba a la deriva. Debía reiniciar su carrera o ponerle punto final, firma y aclaración a su aventura como futbolista. Superada su lesión del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda -la más dura de su vida-, eligió pelearla a sus 31 años. Calentón como pocos, cabeza dura como muchos, jamás se le cruzó abandonar. “No iba a dejar ni loco, si siempre la luché”, reconoce. Sin lugar en Vélez, le clavó un pleno a sus condiciones. Entendía que podía ser titular en cualquier otro equipo de Primera. Sin embargo, la apuesta no fue tan sencilla. Su desvinculación del Fortín le trajo más tristezas que alegrías. Resignó dinero y pidió dólares prestados para sacar el pase. Arriesgó hasta lo ajeno, pero no gambeteó el desafío. Su meta era reinventarse en la cancha. “Fue un momento complicado. Arranqué de cero en lo deportivo y en lo económico. Hasta vendí el auto. No tenía nada. Newell's apareció y confió en mí. Fernando Gamboa me trajo al club en agosto de 2008 y empecé a atajar al cuarto partido. A partir de ahí, me dieron continuidad, apoyo. Sin ser rosarino, ni de la casa, me abrieron las puertas; nunca lo olvidaré”, admite.

A poco más de dos años de aquella situación límite, Sebastián Peratta, amo y señor del relato, se muestra como es. Transparente, no infla el pecho por su brillante presente. Dueño de los tres palos de la Lepra -que corre de atrás en el Apertura y que permanece en competencia en la Copa Sudamericana-, y pieza clave en el rompecabezas del equipo, siente felicidad por haber cumplido con su cometido. “El tiempo me dio la razón. Demostré que podía jugar en cualquier lado. No era un loquito con cara de amargado”, apunta.

-¿Es tu mejor momento?
-Me llegó el reconocimiento en Primera. Soy regular y me mantengo en un gran nivel en Newell's. Asentarme en un club por primera vez en la A y saber que me respaldan, me da un plus, juego con menos peso.  

-También lo hacés con la gente. Sos uno de los pocos que aprovecha lo que ocurre en las tribunas.
-Pasa por la personalidad. No es que sea más o menos macho. Me gusta que me puteen; obvio que surge más de visitante. Disfruto del fútbol; el clima, el color de la cancha, el griterío, el insulto me hacen concentrarme más. Para el que lo sabe llevar, es un incentivo.

-Newell's respetó un proceso de trabajo, materia pendiente para muchos. Eso lo llevó a crecer. ¿Coincidís?
-Los procesos existen poco en nuestro fútbol. Pero Vélez, Lanús, Estudiantes y Banfield demuestran que se puede, y Newell's está en eso. Este no es un club que pueda invertir un millón de dólares, aunque confía en sus entrenadores. Esto se inició con Gamboa y lo continuó Sensini. Y a Roberto le querían prender fuego en su primer torneo, Clausura 2009, que fue de 21 puntos. Pero la dirigencia lo bancó. Sin un dinero rutilante, Newell's pasó de estar entre los peores promedios a figurar entre los mejores. Esto se compone de cuatro patas: dirigencia, jugadores, cuerpo técnico e hinchas, que nos apoyaron en las malas. Se nos escapó el campeonato ante San Lorenzo en nuestra cancha, y nos fuimos aplaudidos. ¡La puta! No sé si eso es tan común. Esa unión hace crecer al club.

-¿Qué clase de equipo son ustedes?
-Compacto, que lee muy bien los partidos. Las virtudes son conocer nuestras limitaciones, darnos cuenta de cuando nos superan y ahí proponer un partido distinto, en el que nos defendemos y tratamos de noquear. No es la intención, pero somos inteligentes. Y cuando podemos jugar, tenemos gente para hacerlo. Sperdutti brilla, Formica es uno de los mejores del torneo. Ayer eran Fabbiani, Boghossian, Achucarro; hoy es Borghello. Nuestra idea nos posicionó entre los equipos más fuertes de la Argentina.

-¿Qué carencias tienen?
-Nos cuesta llegar al gol. No somos de generar volumen de juego, sino que recuperamos la pelota y resolvemos en 10 o 20 segundos. Estudiantes y Vélez, los mejores, agarran la bola y te hacen 30 toques como si nada. Nosotros no contamos con eso, y lo sufrimos a veces. Es un riesgo jugar 60 minutos delante de tu arco ante buenos equipos.    

-¿Cuándo dieron el salto de calidad?
-Al eliminar a Estudiantes de la Copa. Vencimos a uno de los tres mejores equipos de Sudamérica. Así como se marca mi reconocimiento, también le llegó al equipo.

NO MODIFICO SU ESENCIA, ni ahora que las agarra todas, ni antes que no dominaba una en los picados en Ramos Mejía, cuando intentaba plantarse como defensor. El Flaco se define como “un tipo honesto, sin filtro, que detesta el autobombo”. A cara de perro, confiesa: “Muchas veces paso por loco por decir la verdad. No soy de quejarme por boludeces, y quedo como que estoy enojado. Por momentos, lo puedo hacer, ¿cuál es el problema? Esto es un trabajo y juego para ganar. No veo a Puyol riéndose. Cuando lo miro, está con cara de malo. Y es campeón del mundo. Prefiero eso, y no jugar con una sonrisa. Ahora, si se protesta por todo, está mal. Fui crítico con los árbitros por cosas concretas: el gol con la mano que nos convierte Boca, el penal que nos cobran en contra ante Banfield, y dije que el segundo tiempo ante Arsenal, que lo dirigió Lunati, no se jugó, y se demostró. Entonces, ¿por qué soy yo el loco? Si dije la verdad. Pero la verdad jode, y es más fácil ser obsecuente. Cuando opino, no quiero quedar bien con todo el mundo. Por eso, choco y termino expuesto”, desenfunda.

Imagen LE GUSTARIA una chance en la Selección, pero no se obsesiona: "Mi carrera está hecha".
LE GUSTARIA una chance en la Selección, pero no se obsesiona: "Mi carrera está hecha".
Respecto a los planteos citados, patrimonio del Apertura 2009, en el que Newell's culminó segundo detrás de Banfield, Peratta sostuvo: “A Lunati no lo investigo yo, lo investiga la AFA”. Hoy, lejos del arrepentimiento, ironiza: “¿Si le hice la cruz? Prefiero ni referirme. Cuando hablo de él, sé de quién lo hago. Lo conozco hace mucho, desde el ascenso”.

-“Parece que llorar está de moda”, argumentaste después de aquel partido frente a Banfield. ¿Continúa la tendencia?
-Se reclaman jugadas finitas. Como tengo sentido común, entiendo que algunas son imposibles de ver. Nos pasó. Pateó Achucarro ante Godoy Cruz, la pelota pegó en el travesaño y picó un metro adentro. Pero el árbitro no la vio, y nosotros no dijimos nada, porque consideramos que era imposible de ver. Hoy se condiciona al árbitro desde la crítica constante. Mis quejas, igual, fueron claras.

-¿Cómo te llevás con los árbitros?
-Bien, aunque muchos no lo crean. Hay un respeto mutuo. Hace poco discrepé con Beligoy por Twitter, y está todo bien. Hasta le puse que “no compartir algunas decisiones, no me transformaba en su enemigo“. Es un buen árbitro. Mirá, nunca me expulsaron en 10 años. Pareciera que soy el más malo del mundo, aunque agarrás los papeles y decís: “Este tan malo no es” (risas).

-Reconocés tus errores. ¿Por qué lo hacés en un ambiente en el que muchos la tiran afuera?
-Siempre fui igual. Miguel Russo dijo que “el día que nacieron las excusas, se murieron los culpables”. Coincido a pleno. Cuando todos asumamos la culpa que tenemos sobre el gol, por ejemplo, todo será más fácil. Es la mejor forma de aprender. Cuando me comí el gol con Vélez (Clausura 2010), podría haber dicho que la pelota se movió mucho, que venía con efecto, que estaba mojada; son todas verdades. Pero la tendría que haber agarrado. Calculé mal. No hay que andar con vueltas. Así se acabarían varios mitos.

-¿Hay gente que quiere que te vaya mal?
-Puede ser. Habrá a quienes les caigo mal. No maquillo lo que pienso. Es mucho más fácil estar bien con todos en un fútbol tan careta como este. Me fui de Vélez hace tres años, y podría haber vendido humo al no gritar los goles en el último partido. Y los grité porque juego para Newell's. A Vélez le entregué todo en cinco años, y no seré más o menos hincha por gritarle los goles. Nada más que le quiero ganar, como a cualquiera. El error es pensar que le grito los goles a Vélez; yo grito los de Newell's.

-¿Te peleaste con Ortega y Cappa en el último partido contra River?
-Ariel es el mejor jugador argentino de los últimos 20 años. El único al que le pedí una camiseta. Pasó que llegué antes a la pelota y él intentó puntearla para sacármela. Sin querer, me cerró el ojo de una patada. Me enojé por eso, pero fue sin intención. Y a Angel le respondí con respeto. No me gustó que minimizara nuestro triunfo y se lo adjudicara a la suerte. Nos esforzamos mucho para ganarles. Nos dolió porque cuando Carrizo lo salva, explica que tiene a uno de los mejores arqueros de la Argentina, y comparto. Pero, si el que te hunde es el arquero contrario, no podés decir que los rivales tuvieron suerte. Esto es una discusión futbolística. El problema es que algunos transforman todo en un lío.

-¿Te molesta cuando te esconden las pelotas?
-Pasó y pasará. Es un tema cultural nuestro. Reconozco que Newell's trata de darte la pelota lo más lenta posible cuando gana. Pero no hay una orden. No es que Sensini les pide a los alcanzapelotas que tarden. Cuando me pasa, me enojo, al igual que el arquero contrario, cuando se lo hacen.

-¿Cuál es el nivel actual del fútbol argentino?
-Es competitivo, pero tenemos el fútbol que creamos. Si los buenos jugadores demoran seis meses en irse al exterior, la calidad baja por lógica. El problema es que se lo analiza desde la óptica del error. Cuando vemos el resumen del Calcio, Ronaldinho se la pica a un arquero, y hablamos de esa genialidad. Cuando ocurre acá, es el boludo del arquero que quedó a mitad de camino y facilitó la definición. Otro ejemplo: Ibrahimovic se desmarca en un córner, convierte y se lo destaca como el gran Zlatan. Y cuando Palermo hace lo mismo, decimos qué boludos los defensores que no siguieron justo a Palermo. Y si Palermo hace como 15 años que cabecea. El técnico no es tarado; al primero que manda a marcar es a Palermo. Entonces, siempre castigamos la falla y no revalorizamos el acierto, que sí elevamos al observar fútbol internacional. Se nos cae la baba con los goles de Messi. Pero ahí también se equivocan los defensores, y no decimos nada. Esto de caer en el error lo charlé con La Volpe. Ricardo no entendía por qué un jugador no se animaba a salir desde atrás por abajo, como en México. Con la mejor onda, se le explicó que si la perdía, no pasa nada allá, pero acá lo matan. Eso contribuye para mal. Así nadie arriesga.

-Recuerdo un clásico frente a Central en el que te tiraron un celular, unos anteojos y ¡un cuchillo! ¿El espectáculo no se deteriora así también? 
-Y sí… La culpa no es de Central por uno que lanza un cuchillo. No es normal jugar un partido cuando uno tiene que mirar hacia adelante para atajar, y atrás juegan al tiro al blanco con tu espalda. Disfruto del folclore, pero no nos tenemos que matar porque uno use la camiseta roja y negra y otro, una azul y amarilla. Y acá el periodismo, en gran parte, no todos, recarga las tintas, motiva a eso y expone al jugador. Pensar que el Ogro Fabbiani era Francescoli cuando fue a River, y a los dos meses había que mandarlo a matar. No era Francescoli, ni había que fusilarlo. Entonces, vivimos en una locura en la que el periodismo no pone paños fríos. Esto es un aporte más al fútbol poco vistoso que tenemos.

Imagen DESDE QUE se afirmó en Newell´s, Peratta mostró su mejor versión. Es referente de un ciclo que apunta a coronarse con un título.
DESDE QUE se afirmó en Newell´s, Peratta mostró su mejor versión. Es referente de un ciclo que apunta a coronarse con un título.
REMADOR DESDE CHICO, nunca la tuvo sencilla. Se crió con una redonda en sus pies gracias a su padre, Norberto, ex arquero de Vélez, quien se lesionó la rodilla de joven, hecho que lo obligó a cobijarse en el ascenso, donde Sebastián lo disfrutó. “Lo acompañé en sus últimos años. El jugaba en Sarmiento y a la vez debía trabajar, porque no alcanzaba. El club tenía como sponsor a 'El récord', una marca de fideos, y nosotros comíamos pastas seguido”, confiesa.

Si bien mamó el mundillo del fútbol, su padre no quería que se dedicara a la profesión y, por eso, lo mandó a estudiar. En consecuencia, no hizo las Inferiores, y decidió su puesto en la cancha recién a los 17 años. “Era un enfermo de Chilavert. Me hice arquero por él”, enfatiza. Abandonó la carrera de Recursos Humanos en segundo año, aunque la Universidad de Morón le sirvió también para mostrarse. Tras probarse en Platense e Italiano, lo descubrieron en un encuentro de práctica entre el equipo de la Universidad y la Tercera del Gallo. Ahí lo llevaron a Morón. Ricardo Zielinski, el entrenador, quien ya lo había visto en aquella prueba en Italiano, le levantó el pulgar para que arreglara con los dirigentes. “Era una lotería. Ellos me dieron la oportunidad de ser el tercer arquero cerca de los 23 años, pero no podían pagarme el sueldo mínimo que era 740 pesos. Jugué gratis, y trabajé en changas: colocar alfombras, empapelar y pintar, para tener mi platita. Con el equipo descendido, atajé los últimos 10 partidos en la temporada 1999-2000 de la B Nacional. A partir de ahí, no salí más”, cuenta.

-¿Pateabas los tiros libres para imitar a Chilavert?
-No, era imposible copiarlo. El agrandaba a los suyos, y achicaba a los rivales. Fue el mejor de mi época. Era líder, un arquero que atajaba sin necesidad de volar. Saqué un montón de cosas de él, pero no lo imito. El tema con los tiros libres es otro. Me había ido bien en lo deportivo, pero no lograba dar el salto por ser sobrio. Y empecé a patear por necesidad. Con lo que atajaba no me alcanzaba para saltar a otra categoría. Entonces, perfeccioné el tiro, pateé tres o cuatro y en uno de esos le metí el gol a Talleres de Remedios de Escalada. Al poco tiempo, me contrató Vélez.
 
Su estadía en Liniers duró cinco años, de agosto de 2003 a agosto de 2008. Se integró para cuidarle la espalda a Gastón Sessa, pero una lesión del Gato -más su pelea con Carlos Ischia, el técnico que fomentó la incorporación de Peratta-, lo colocó al Flaco de titular en 35 de los 38 partidos. Luego, se fue Ischia y comenzó la debacle. “¿Sabés lo que significaba jugar un partido por año, y tener que hacerlo bien? Eso era la Copa del Mundo”, señala. Durante su cuarta campaña en Vélez, Peratta corrió a Sessa con Russo como técnico, aunque luego perdió terreno ni bien asumió La Volpe. Al aplicarle aquella terrible patada a Rodrigo Palacio, el Gato quedó fuera de circulación. Ahí se le abrió el arco y la cinta de capitán a Peratta. Sin embargo, algunos dirigentes de peso no lo querían. Aquella grave lesión de ligamentos que sufrió en septiembre de 2007, fue la excusa perfecta para borrarlo del mapa. “Cuando me sacaron con el carrito, ya sabía que no jugaba más en Vélez. Soy un agradecido a la gente por el cariño, pero me prometieron que agarraría el arco cuando se fuera Sessa, y la realidad es que no fue tan así, por más que me lesioné. Cuidado que ponerte en el arco no significa darte la oportunidad. Llevaba una lucha por ser reconocido en el club”, explica. El resto de la historia ya es conocida.

-Saliste campeón con Vélez en el Clausura 2005, pero eras suplente. ¿Te falta un título como protagonista?
-Sí, estuvimos cerca con Newell's hace dos torneos. Todo preceso necesita una coronación, aunque puede no llegar. Lo importante es que se le deje algo al club. Por ejemplo, hoy cada vez más jugadores del plantel le pertenecen. Sería un sueño ser campeón; del torneo o de la Sudamericana. Pero lo nuestro es partido a partido. Tenemos muchas armas para ganar el domingo, pero no hay tantas para hilvanar siete triunfos consecutivos. Somos muy conscientes de nuestras limitaciones.

-El hincha leproso te pide para la Selección. ¿Te ilusiona?
-Mi carrera ya está hecha. Si mirás dónde arranqué, y dónde estoy, es como haber jugado en el Barcelona. Empecé en el quinto subsuelo, fui sin representante a Vélez, como hace 40 años, y ahora estoy en Newell's. Mi sueño no es ser el arquero de la Selección. Me gustaría integrar alguna convocatoria de la Selección local y jugar, aunque sea contra Jamaica.

OFRECE SU ALMA a cambio de intercambiar momentos junto a su beba, Lucía, a quien lleva tatuada en su antebrazo izquierdo. Sebastián Peratta gana en elogios a sus 34 años. Su contrato en Newell's extiende su vigencia hasta dos temporadas más, por lo menos. Desconoce su fecha de vencimiento como arquero, y aún no planifica el día después. No sabe si será entrenador, pero seguirá vinculado a la actividad. Vive para el fútbol. Construyó una carrera impensada a fuerza de perseverancia. Acredita más de lo que soñó. Su máxima conquista ya la logró: ser campeón de la vida.

Por Darío Gurevich / Fotos: Héctor Río