¡Habla memoria!

Maradona y El Gráfico, de la guerra a la paz: la trama secreta de una reconciliación

Las críticas tras el Mundial 1982 habían marcado un quiebre. La reconstrucción del vínculo llegaría tres años después, en la previa de México 1986. "Gracias, Diego, por volver a casa".

Por Pablo Amalfitano ·

18 de abril de 2024

DIEGO MARADONA desbordaba de ira. Era el mejor futbolista del mundo. Barcelona había pagado por su pase lo que ningún club por ningún otro jugador. El Mundial de España 1982, su primera participación y una de las grandes decepciones de la historia de la Selección Argentina, marcaría un profundo quiebre: el final del ciclo de César Luis Menotti y el ocaso, también, del idilio entre los protagonistas, Diego incluido, y la revista El Gráfico, acaso el medio deportivo más influyente del mundo.

"Las razones del más grande fracaso", reflejaba la tapa de la edición especial del 6 de julio de 1982, cuatro días después de la fatídica eliminación a manos de Brasil en el estadio de Sarriá, propiedad del Real Club Deportivo Español de Barcelona. La desazón representaba la caída del campeón del mundo, con la base de aquel equipo consagrado cuatro años antes, con la potencia de Mario Alberto Kempes, con la sabiduría de Menotti y con el plus incomparable de Maradona.

El editorial de aquel ejemplar arrojaba una premonición desde el taxativo título: "Punto final". Se había terminado la relación cuasi-endogámica de la revista con los protagonistas: Menotti y sus elegidos. "Queda atrás un proceso rico y aleccionador, con vivencias y experiencias inéditas que viajaron por la cumbre y por el llano. Por el éxito y por el fracaso. (...) ¿Por qué se puede destruir como un castillo de naipes lo que pacientemente se construyó para que fuera una ciudadela casi inexpugnable?", sostenía la revista, en medio de un detallado texto que dejaba en claro la nueva postura periodística, con un giro completo: "Argentina no supo renovarse ni actualizarse: se quedó en el '78, en nombres y en juego".

Pero el ataque, con enfoque de detallado análisis y argumentos periodísticos luego del estrepitoso fracaso en España, no terminaría ahí. Faltaba la bala de plata, la que recibiría nada menos que el propio Maradona."Por qué decepcionó Maradona", ofrecía el título de una acabada columna de Juvenal, con la imagen de un cabizbajo Diego.

Imagen Maradona, en su partido debut en un Mundial: la inesperada derrota 1-0 ante Bélgica.
Maradona, en su partido debut en un Mundial: la inesperada derrota 1-0 ante Bélgica.
 "El saldo de Diego Armando Maradona en el Mundial español, con una brillante performance ante Hungría y cuatro flacos desempeños contra Bélgica, El Salvador, Italia y Brasil, estuvo muy lejos de lo imaginado antes del torneo, no sólo por nosotros sino por la prensa deportiva de América y de Europa. Interesa, entonces, indagar sobre los motivos de ese fracaso, después de que Maradona llegó a España (NdR: se sumó ese año a Barcelona) consagrado como el mejor jugador del mundo y el precio más alto pagado en la historia de este juego-espectáculo", comenzaba la columna.

Diego, en el blanco de todos. Tras su primer Mundial. Con un equipo consagrado cuatro años antes, con figuras rutilantes, con Menotti como cerebro, con todo a disposición. Fue un golpazo. Y Maradona, de quien más se esperaba, fue el receptor de la más encarnizada crítica.

"(...) Maradona jugó mal dentro de un conjunto que jugó mal. Además se desempeñó en la peor posición para un jugador al que todos los técnicos rivales tienen fichado como EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO UNO. Y así le juegan, con atención policíaca especial e implacable: en punta, prácticamente como centrodelantero y sin tener dentro del equipo otro Maradona, capaz de servirle pelotas claras para aprovechar en el área en condiciones de ventaja", prosiguió. Sólo restacó su actuación ante Hungría, en la que -según el análisis- contó con Kempes para explotar su posición de delantero "genial y profundo".

Además planteó: "Su pase al Barcelona, toda la conmoción creada en torno a una estrella de 21 años de edad (...), debía necesariamente perturbarlo y apartarlo del fin específico para el que vino con la Selección a España. Esto es: jugar el Mundial para Argentina. Fue otro factor que contribuyó a su fracaso. Sin que esto signifique que Maradona haya jugado a media máquina o que haya sacado la pierna cuando debía ponerla, porque fue el jugador más perseguido y el blanco de la mayor cantidad de faltas, violentas o simplemente destructivas, que hubo en el torneo".

Imagen Por qué decepcionó Maradona, la columna de Juvenal.
Por qué decepcionó Maradona, la columna de Juvenal.
 

La sentencia resultó elocuente: "Se resigno demasiado pronto a entrar en el plano de general mediocridad que mostró la Selección. Le faltó algo que nunca puede faltarle a la estrella de un equipo: condición de líder, actitud de abanderado de una causa. (...) El hecho innegable es que su bajo rendimiento fue la mayor decepción que padecimos en esta Copa del Mundo".

Maradona, en efecto, desbordaba de ira. Aquel giro en la postura editorial de la revista provocaría, entre otras cosas, la salida de algunos periodistas del plantel. Entre ellos Guillermo Blanco, integrante de la decena de enviados especiales al Mundial de España, quien curiosamente meses después se convertiría en el jefe de prensa del propio Maradona.

En diálogo con esta edición el periodista recordó aquel suceso: "Desde el Mundial 1982, con todo 1983 y prácticamente todo 1984, el periodismo hegemónico, con El Gráfico a la cabeza, no lo tenía a Diego como el que las nuevas generaciones creen que siempre fue: todo color de rosas. No: el Mundial 1982 hizo que El Gráfico cambiara su línea periodística y matara todo lo que tenía que ver con la Selección, que se había forjado desde 1975. Hicieron una suerte de punto final. Y en ese punto final cayó Diego, que tampoco tuvo un buen Mundial por diferentes razones".

Diego estuvo distanciado de El Gráfico durante tres años, nada menos. En la Editorial Atlántida, la propietaria de la publicación, no generaba un problema, pero sí empezó a sonar la alarma cuando se acercaba la cuenta regresiva para el Mundial de México 1986. El Gráfico necesitaba a Maradona. Blanco, ya fuera de la revista, radicado en Europa y todavía como jefe de prensa del astro -dejaría de serlo hacia fines de 1985-, resultó el engranaje clave para la reconstrucción de ese vínculo entre dos gigantes.

Imagen Maradona, a punto de ingresar a la redacción de El Gráfico, en Azopardo 579.
Maradona, a punto de ingresar a la redacción de El Gráfico, en Azopardo 579.
 
"En 1985 ya se preveía el Mundial y había una expectativa creciente. No podía ser que Diego no estuviera en El Gráfico, con todo lo que representaba periodística y comercialmente para El Gráfico ante un advenimiento como el que sería México. Estaba (Aldo) Proietto como subdirector de la revista y yo era el único que tenía a Diego al lado, ya que (Jorge) Cyterszpiler (su representante) se estaba alejando. Y no había más: entonces Proietto me habló para tratar de arreglar con Diego y que tuviera relación con El Gráfico. Diego todavía estaba muy dolorido con lo que había pasado. Tuve varias reuniones con Proietto, en Florida Garden, pero Diego estaba muy empecinado. Todo estaba trabado", recordó con quien suscribe.

La traba parecía inexpugnable, bien al estilo de Diego. Pero hubo una salida: "No había manera hasta que encontré una solución, que a Proietto no le gustó. Le dije: 'Aldo, vos estás en El Gráfico como yo estuve hace un tiempo y no sabemos dónde estaremos mañana, pero ahora hay una sola solución: que el propio Constancio Vigil (NdR: propietario de la editorial y director ejecutivo de la revista) vaya a hablar con Diego. Una tarde de julio, entonces, apareció Constancio en la concentración de Argentina. La charla terminó con una invitación de Vigil para que Diego fuera a la casa de El Gráfico, en Azopardo y México. Ya eran momentos de paz: se venía el Mundial y el tiempo borraría las heridas. Y Diego fue, acompañado por Claudia, su familia, su hermana Mari y yo. Fue un almuerzo y una charla, en la que también estuvo Ernesto Cherquis Bialo, que era el director. Fue una extensa nota de doce páginas que, curiosamente, no fue tapa, al igual que no lo fue la nota del encuentro entre Maradona y Pelé".

El encuentro tan anhelado se llevó a cabo el 2 de julio de 1985, en la redacción de Azopardo 579. Hubo doble resultado: una reconciliación histórica y la extensa producción, publicada la semana siguiente en la edición del 9 de julio, con una foto a doble página y un expresivo título: "Gracias, Diego, por volver a casa".

Imagen Maradona, con Constancio Vigil, en la redacción de la revista.
Maradona, con Constancio Vigil, en la redacción de la revista.
 

La bajada reflejaba: "Para los hombres que hacemos EL GRAFICO el martes 2 de julio fue un día feliz. Un Maradona generoso, humilde, maduro y sensato nos brindó un gesto de grandeza: vino a nuestra redacción ingresando antes con su alma que con su cuerpo. Esto no ocurría desde hace varios años, porque algunas diferencias nos habían separado. Sin embargo, el tiempo contribuyó a superar los enconos".

El reencuentro tuvo una particularidad: se llevó a cabo apenas tres días después de la clasificación de la Selección Argentina de Carlos Bilardo para el Mundial 1986, tras el sufrido y agónico empate 2-2 ante Perú, con el recordado gol de Ricardo Gareca, en el Monumental. Diego había debutado en el equipo del Narigón apenas unos meses atrás, luego de "dos años de gracia".

Maradona tenía las sensaciones a flor de piel, todavía frescas: "Lo del otro día no me pasó en mi vida ni me va a volver a pasar. Tenía ganas de llorar, era una impotencia... ¿Cómo puede ser, viejo? Estando tan fácil, jugando bien, dos ataques de ellos y dos goles. No le encontraba explicación". La pregunta era fuerte: ¿te rondaba la palabra repechaje? Diego respondió con el corazón: "Me rompía el alma". Pero hubo desahogo y clasificación. Y México sería otra historia. 

Imagen Maradona, con su mujer Claudia, el propio Vigil, el plantel de El Gráfico y su jefe de prensa Guillermo Blanco.
Maradona, con su mujer Claudia, el propio Vigil, el plantel de El Gráfico y su jefe de prensa Guillermo Blanco.
 Entonces Maradona hablaría de las viejas rencillas de 1982, recién olvidadas, con una suerte de ironía: "Yo no tengo problema en hablar, siempre dije que no me creo ni el mejor ni el peor, pero acá se tomó como que el único culpable era Maradona. Me parece perfecto: también es una manera de hacerme importante, de que la gente y los periodistas me hagan importante. Yo seguí con mi forma de pensar y me fue bien. Me quebraron, tuve la hepatitis, pero seguí con lo mío".

Ya jugador de Napoli, hablaba de su paso por Barcelona con cierto resquemor. "Llegué con una mentalidad muy argentina. Sabía que era difícil y, cuando me estaba adaptando al ritmo de los españoles, me agarró la hepatitis. Me encerré en mi locura. Lloré, me quería matar. Como cuando me fracturó Goicoechea".

Tema va, tema viene, Menotti, Bilardo, su salida de Barcelona, el paso del Flaco por el conjunto azulgrana, llegó el punto de inflexión del encuentro: el polémico Mundial de 1982. Uno de los cronistas presentes le disparó la pregunta: "Seis meses antes del Mundial Menotti dijo que Maradona iba a ser en España lo que fue Pelé en México. De Pelé para abajo ya era fracaso...".

Imagen Diego y Claudia, con Vigil y Proietto del otro lado de la mesa ratona.
Diego y Claudia, con Vigil y Proietto del otro lado de la mesa ratona.
 
Maradona soltó su postura: "Aunque haya sido el peor jugador del Mundial me gustaría tener la declaración para que algún día la vean a mis hijos. Lo dijo el técnico de la Selección que le dio a la Argentina el primer título del mundo".

"¿Por qué no fuiste Pelé, entonces?", retrucaron. Y Diego saltó de nuevo: "Yo no quiero ser Pelé. Ojalá pueda hacer diez goles por partido, pero yo lo que quiero es jugar. A mí no me importa ser Pelé ni el más grande, lo que quiero es jugar y no perderme nada".

"Si Argentina salía campeón del mundo a lo mejor yo era Gardel o Julio Sosa. Yo di todo. Sabía que si perdíamos Maradona no existía. Debimos tener un poquito más de suerte. (...) No me alteró la vida; quizá muchos quisieron que se me viniera el mundo abajo, que me hiciera drama. pero no. Estuve en un Mundial y voy a estar en otro", reflexionó. 

La sentencia se entrelazó con la propia reconciliación: "No podíamos entender cómo un montón de periodistas pudieron haber sido tan felices en el '78 y todo lo contrario en el '82. Hubo un pacto de silencio pero no por no haber querido dar la cara. Pero si alguien nos hubiera explicado por qué cambiaron tanto nosotros habríamos dicho nuestra verdad. Y no hablo sólo de El Gráfico".

Imágenes: archivo El Gráfico
Archivo: Julián Marcel